Poemas
EL AIRE (1988)
La música y el aire
No se ve. No se oye. Ni la noche, ni las marcas en el aire. Algo inmóvil, violento, algo que duele. O cree. O crece.
Un hombre. Un árbol que se incendia. Muros con consignas y señales.
Los hombres y las cosas reposan. O se mueven, se acercan al fuego. La música que hacen suena como el lamento del aire.
Las bestias de narices largas y olfato fino soportan el hambre sin quejarse. O mueren. Su piel marchita huele en el aire.
Ni el día ni la noche ni la música ni el fuego. El aire. La vida.
El polvo y los sueños
Máquina que me mutilas
máquina que me pesas
y me piensas
y asesinas.
La culpa y el agua.
El silencio
el descanso.
Voy por mis muertos
sus animales de barro
sus dientes y sus cuerpos
que trabajan la tierra.
Se disuelven en polvo
no pesan
ni piensan
ni brillan
ni demoran
ni matan
ni sueñan.
Cementerio “El Ángel”
Un perro enfermo y un viejo visitan a los muertos.
Y los ángeles, ¿acuden?, o vigilan, sórdidos pájaros policías, las puertas del cielo, estos muros con huecos donde archivamos a los muertos.
Un pájaro enfermo, que los niños apedrean, no logra morir en paz.
El odio, la electricidad, lo que hiede.
Si hubiera música. Si pudieran reposar estas manos de vidrio.
Cosas que lloran o rezan o terminan.
Un perro casi sombra hurga en la basura.
Lo que el polvo anuncia y disemina
sombra
labio
luciérnaga
piedra
palabra
caballo
sueño
hilo de sombra
labio cansado
piedra cuchillo
cuerpo caballo
mar
cuerpo palabra
cuerpo piedra
cuerpo mar
Metafísica
I
Una silla.
Una ventana.
Un muro.
Puedo y no puedo
alejarme
regresar
irme.
Una sola distancia de cosas sólidas y útiles.
II
Ser
o estar:
al margen:
pródigo
quieto,
oscuro, hondo
imperturbable
permanente
despierto.
H
Hiel,
carbón,
materia pulida,
hastío,
y después, cuando el cuerpo descansa o espera
hulla:
en la piel, sobre una herida,
para dibujar un árbol
un lecho de coral que desangra una veta de agua.
Año nuevo
Hay otro tiempo dócil, impermeable. Guárdalo entre las sombras húmedas, en el interior de tu boca, tómalo
en tus labios, saborea una dulce palabra.
Elogio de la patria
El lugar es triste, incierto, los hombres de la ley y del hambre caminan con los hombros encogidos. Caudal de silencios, premoniciones, objetos perdidos. La voluntad es suprimida. Se practican leves pero seguras incisiones en la piel del individuo. Hay un rumor de fruta podrida. El humo es dulce. A veces se acaricia al individuo. Hay muchos que sufren. Espejos antiguos. Y basura. El aire es escaso y duro. La inmovilidad es extrema. Hay paz para los que sueñan el terror y la mentira. Los objetos eficaces, los engranajes silenciosos y la ilusión de una vida feliz comprueban que todos piensan y llevan equipaje para un viaje sin destino. Las mujeres generalmente lloran o cocinan. O a veces se confunden y entierran las manos en la tierra, desean la paz para los que mueren y trabajan, los hombres de la ley y del hambre las mutilan. La tierra siempre devuelve
tus sueños: restos de figuras, imágenes gastadas, frases hechas. Las sonrisas y las muecas, los discursos políticos. La patria es grande y ve con beneplácito el amor entre las máquinas.
Elogio de la propiedad privada
De cada una de estas habitaciones se saben la densidad, la solidez, los objetos útiles, se conocen los rituales para ocuparlas sin incurrir en usufructo ilegítimo, para compartir el espacio de manera indolora, sin que se escape ningún rastro de afecto. Así, en un fino engranaje, los lugares vacíos o las multitudes bulliciosas hacen un mecanismo inútil pero perfecto. Así surge la angustia o el órden, en las esquinas, en los rincones, tras los muros que aíslan, hay incluso un origen – gestación sin presencia, vacuidad, milagro – pero no hay nada que temer tras las muecas o las sonrisas: lo reconocible impide el peligro: el abismo de lo coherente y lo inteligible sin legitimidad: la insanía, el lenguaje sin freno, la cópula del terror y la verdad.Las palabras demasiado grandes redundan en silencio. No hay que apropiarse las flores de los muertos para una ceremonia trivial. ¿Quién busca su rastro entre las hojas? Es insoportable el sinsentido: frases, fragmentos de una música inaudible, algo recordado, tenue, anterior. Esto no es un juego, es la miseria, la pausa, el punto final.
Elogio del amor
En esta casa hay un perro enajenado que aúlla con las sirenas de las ambulancias y plantas que cobran existencia eléctrica con cada grito de los amantes que se revuelcan sobre una alfombra sucia de sangre, las paredes tienen dibujos de sexos y piernas abiertísimas. Hay dos colchones en el suelo, pero los amantes
ruedan contra la pared y las manos de ella se apoyan como una tenaza contra el muro, él la sodomiza tomándola del cuello y de los hombros.
Elogio de la guerra
Entre los perros, fieles, los hombres matan. O lloran. Después buscan el antídoto, la herida que se borra, el juego que no cesa. O se vengan. O hacen un círculo de fuego y, como los alacranes, se suicidan. ¿Cuál es el antídoto, el pie sin huella, el doble del recuerdo de la muerte, el estrago que ilumina? ¿Por qué no matarse
democráticamente, en un sorteo justo e imparcial, reírse de la muerte,consagrarle el viernes o el domingo? ¿Qué tanto, para qué tanto aparato, si la muerte ya viene, unas cuentas menos que pagar, un poco de lágrimas
y saliva, vivir en el recuerdo inmaculado de nuestros seres queridos, en nuestras obras, en fotos y anécdotas, en los registros de defunciones y en las misas por nuestras almas, que el estado debía sufragar, a cada muerto según sus necesidades, de cada deudo lo que permita su bolsillo. No hay que ser cínico. El miedo. El placer de sufrir la muerte ajena con las venas cerradas. Amanece un cuervo, los ojos le brillan. Cuando amanecen los cuervos el día calla. Calla el aire. Calla la luz. Chirrían a veces las bisagras. Algo estalla. El calor acaricia las
venas cerradas. Un círculo de fuego. El frío. La luz.
CON CUERPO Y CON MEMORIA (1992)
El poeta Ángel Guinda animaba allí, en los años ’80, una tertulia literaria en torno a la revista “Malvís, pliegos de creación”. Colaboré poco en el esfuerzo literario — alguna vez recogí con Ángel ejemplares de la imprenta, o di una opinión sobre un poema o una traducción — pero hice con él una fraterna amistad. Casi todos los días nos leíamos algo por teléfono, o hablábamos de Anaïs y Beaudelaire, nuestros gatos. Fueron años maravillosos. Tal vez algo de todo eso quedó (com)puesto aquí. En todo caso, Ángel editó estos poemas y los
insertó en el número 9-10 de Malvís. Instrucciones de lectura: los poemas se pueden leer en cualquier secuencia, y podar a voluntad. De una poda radical, yo rescataría los poemas 7 y 13.
1
Con el cuerpo
Y la palabra
Se hace el día
Con el rostro y la cara
La sombra, la cáscara
La máscara,
Los retratos truncos,
El ojo que se cierra
Otro día
El calor, el dolor
El temblor
Y la duda
Poesía mi vida
Amanece conmigo
Rápida al tacto
Entre pliegues
Semillas, huesos secos
Poesía mi vida
amanece conmigo
Tus manos son largas
Y blancas como un hilo
2
Entre los viernes líquidos
Y los lunes eternos
La oración con el cuerpo,
La comunión con las manos,
La saliva, la espuma, el placer
Como un juguete roto
En el fondo de un pozo
3
He viajado bastante
Me quedo con las ciudades que quise
Como un mapa del cielo
Con los conciertos nocturnos,
Con el cuchillo de la luz
4
Viajar es duro
Cada viajero responde de su destino
O desatino
Y todos hemos de volver con nuestros muertos
Al dolor o la paz de los días felices
Las ilusiones se pierden
Como la piel muerta
De los engranajes del silencio
Sale como un hilo
El rumor de la palabra…
5
Con un hilo de palabras
Cierro la herida de otra noche,
Otro cuerpo, otra cara,
Otra sombra entre las manos
Nada más que la palabra
Para hacer el día y el cuerpo
La máscara y la cáscara, el muro
Que en silencio se derrumba
6
Los engranajes gastados del silencio,
La máquina de la memoria:
Manos de piedra que abren la herida,
Las escamas de la noche de hielo,
La espiral de la vida, el odio,
La humillación, los mendrugos…
7
Un cuerpo, una memoria:
Fuera del claustro líquido
Los ojos vacíos como la O del vientre
O del comienzo:
Nacer en un desgarramiento de voces,
Hablar hasta que la fatiga nos calla,
Lamer la miel y la sal de la palabra
8
Tengo la boca y la lengua de mi madre,
Siempre la lengua del hijo,
Siempre el cuerpo del padre,
Entrelazados por un rumor,
Separados por un grito
Denso,
Espeso, oscuro
Unas veces el hielo
Otras veces el fuego…
9
Soy recto, dócil, cómico,
Cáustico, definitivo.
He recorrido medio mundo
Y no tengo mucho que contar.
He visto el odio y la muerte,
La vida eterna, la materia corrupta,
Inconstante, encendida…
Me quedo con mi mujer
Con mi mano, con mis uñas
Deseo la muerte para poseerla
Poco a poco, cada día…
10
He aprendido algunas cosas
He aprendido los nombres de las cosas,
Y a olvidar los nombres de las cosas
Y de la gente, a pensar
Que no soy uno, a escribir
Andrés Unger ha muerto,
A escribir buscando a Dios:
La suma crueldad, la suma ironía,
El saber y su sobra, la mentira…
11
Estoy en paz con mis días felices
Escribí palabras como tumores
Extraídos de mis zonas más blandas,
Viví mis sueños hasta olvidarlos
Y con un hilo de palabras cerré la herida:
Me quedo con el rito de la cópula,
Con la siembra y el ocaso,
Con la voz que respira…
12
He aprendido a hacer el amor
Sin pensar en Dios,
A invitarle un café a alguien para escuchar sus recuerdos,
A preguntarle a la gente por qué sufre
Observando algunas reglas básicas de convivencia y afectación
También a hablar de dinero y de la muerte
Y de otros sórdidos asuntos prácticos:
La saliva y el silencio son los ingredientes del verbo,
Como una piedra blanca, cada día
Un piedra gris en un paisaje blanco,
Cada día
13
Poesía mi vida
Comencemos de nuevo
Como el amor o el rumor del mar
En una concha vacía
Fuera del dolor o del hambre
Del temblor, del calor, del olor
Y la duda, te reclamo mi vida:
Eres mía, ahora, nunca, siempre
Todavía…
14
No supe ganar ni perder sin tocar la amargura
Y el hastío:
La palabra, el deseo, la náusea, el vacío:
Otra cara, otra sombra, otro murmullo, otro motivo
Retratos, fotografías, y al final
Un leve ruido
15
La saliva, el aire, la espuma
Y un leve ruido…