Lo sensato y lo insensato: el caso de don Quijote y Dulcinea


1 El problema

En rigor, es decir, analizando el asunto con lógica, agudeza y perspicacia, la literatura no tiene por qué tener sentido; en otras palabras: no es necesario que signifique nada ni que sea importante o trascendente.

En principio, es insensato vivir aventuras virtuales o imaginarias – tema por excelencia de la literatura – y tomarse en serio a personas que no existen; más grave aún es permitir que nos afecten sus problemas y tribulaciones, especular sobre su psicología y motivaciones. Debía haber maneras mejores de invertir nuestro tiempo… ¿no?

Un corolario de lo anterior: tampoco tiene mayor sentido rumiar versos o discutir las extravagancias rítmicas de escritores que dejan abundante espacio en blanco en cada página y suelen dedicarse a hablar de sí mismos y de sus sentimientos (líricos), en lugar de ir al grano, es decir, a comunicar cuestiones urgentes y útiles, con frases concisas y claras o, mejor: “spots” publicitarios.

Cervantes y Saavedra (don Miguel de) también se planteó este problema. Era un hombre que conocía bastante bien el funcionamiento de la justicia, divina y humana, y no ignoraba que jueces, prelados e inquisidores eran poderosos; había tenido ocasión de comprobar, en carne propia, que los estados e iglesias se suelen encargar de encerrar y castigar a los locos y soñadores que osan ignorar los dictámenes del sentido común.

Sabemos que el inventor de don Quijote de la Mancha no corrió riesgos inútiles al escribir; así lo demuestra el desenlace de su famosísima novela: el ingenioso y moderno héroe termina por aceptar – en la ficción – que don Quijote no existe y participa en un auto de fe, de clara raigambre inquisitorial, quemando libros de los que ocasionaron su locura con el cura del pueblo.

Podemos argumentar que este episodio es una concesión al clima político de su tiempo y sostener que Cervantes sabía que la fascinación que suscitaba el loco más cuerdo de la historia sobreviviría al triste fin que le escribió.

De hecho, don Miguel ideó la segunda parte de la historia cuando el libro ya había encontrado un público ávido, que exigía nuevas sobre el alucinado caballero de la triste figura y su fiel y cómico escudero; al punto que, al ver que el Príncipe de los Ingenios tardaba en darle más “salidas” a su caballero, otro escritor avezado produjo la continuación apócrifa de sus aventuras, firmándolas con el seudónimo “Alonso Fernández de Avellaneda”. (La verdadera identidad del plagiario todavía se desconoce.)

2 El contexto

Sabemos que el enorme éxito de la primera parte del Quijote fue una sorpresa para todo el mundo, incluso su autor. Don Miguel sabía que la iglesia (la católica, apostólica, romana, única con licencia para operar legalmente, en ese momento, en la península ibérica) examinaría cuidadosamente el contenido de la segunda parte de su “best-seller”. Era un respetable y respetado ex-presidiario, veterano de Lepanto, que ya había pagado sus deudas con la justicia y el fisco logrando una situación económica relativamente cómoda. Sabía lo fácil que era terminar en el cadalso y lo más probable es que pensara que, para criticar a los políticos profesionales de su tiempo bastaba con mostrar que el simple Sancho era excelente gobernador de la Ínsula Barataria…

Sin embargo, los mismos episodios del Quijote que acabamos de analizar – la buena labor política del rústico e inculto Sancho, la quema de libros – se podrían citar para (com)probar que las aventuras del loco y su escudero no son una crítica sino un alegato a favor de la sabiduría convencional en su tiempo, que dictaba que los gobernantes debían ser nobles y cultos; además podemos sostener que la novela aporta argumentos a favor de la idea que la ficción es peligrosa y debe ser supervisada y censurada por las autoridades, tanto mundanas como espirituales.

También es cierto que siCervantes (de)mostró que la imaginación, cuando se desborda, puede reducir al hombre a un estado patético – como le ocurrió Alonso Quijano – también dejó claro que bien utilizada (por ejemplo, por él, el propio don Miguel) – puede ser una valiosa herramienta para acceder a la verdad.

En cuanto a Sancho, podríamos argumentar que su comportamiento carece de valor crítico puesto que si resulta buen gobernador de su ínsula, es porque se encuentra en un “mundo al revés”. impuesto por la locura de su amo, donde los valores están invertidos y son, en definitiva, contrarios a los que deben regir un mundo como debe ser. Así, los valores que propugnaba el Prícipe de los Ingenios serían nuevos o progresistas o tradicionales y conservadores según la interpretación que hagamos.

Ambas interpretaciones son igualmente sustentables y válidas.

3 La evidencia

Evitando el problema de establecer lo que constituye prueba o evidencia en literatura (problema que carece de interés, puesto que las personas, lugares y eventos que denominamos “literarios” no existen) podemos plantear otro, más interesante: que significa “sentido” y “sinsentido” en la ficción y en la realidad.

Mi propuesta es la siguiente: no hay diferencia alguna en el contenido de verdad que encontramos en la literatura que denominamos “ficción” y en la llamada “documental”, que pretende describir o referir la realidad.

Evidentemente no estoy argumentando que los ornitólogos recurran a Poe para estudiar el comportamiento de los cuervos, ni que los físicos analicen los átomos basándose en los versos de Whitman.

Quiero (com)probar que al traducir o trasladar datos, impresiones y eventos del mundo al papel y organizarlos de modo estructurado y coherente producimos, naturalmente, relaciones de causa y efecto entre los eventos referidos; las secuencias causales posibles proliferan de tal modo que son inmanejables si no dominamos el poder de nuestra imaginación para limitar las interpretaciones admisibles.

Esto es precisamente lo que hizo Cervantes en la segunda parte del Quijote, y lo hizo con el fin de defender un sólo valor: el amor.

4 La prueba

Propongo al lector un experimento mental1 (La experimentación mental requiere la definición de un universo, hacer explícitos todos los fenómenos que queremos considerar y la certidumbre de que no hay variables ocultas. Una vez logrado lo anterior, podemos defender o probar nuestra teoría o interpretación de los fenómenos con un simple argumento.)

5 El experimento

El experimento es el siguiente: usemos dos expresiones de Cervantes: “imagen de la verdad” y “espejo de necedades”; estos conceptos sirven al cura y al sobrino de Alonso Quijano para decidir qué libros de su biblioteca deben ir a la hoguera y cuáles merecen ser rescatados; los que retratan la verdad se salvan y los que reflejan necedades van a la hoguera. En el caso que estamos considerando (las aventuras del Caballero de la Triste Figura) el universo consta de un caballero andante enamorado (don Quijote), una mucama (Dulcinea del Toboso), una hoguera, libros, y un cura.

La secuencia de los acontecimientos (el argumento) es el siguiente: el sacerdote logra curar al loco demostrándole que no es un caballero andante sino un hidalgo pobre y que su amada no es la bella y noble dama que imagina sino una sirvienta; de paso, demuestra que la verdad es que ciertos libros merecen la hoguera (o el olvido) porque son “espejo de necedades”, mientras otros sobreviven porque contienen “imágenes de la verdad”.

Lo interesante es que, para Cervantes, a la verdad no se accede mirando en un espejo que refleje fielmente el mundo. Lo que el espejo muestra es la necedad, la espléndida incoherencia, multiplicidad y variedad de lo real. Ocurre que un espejo no puede competir con la imaginación, que abstrae lo verdadero de esa masa incoherente de cosas, produciendo imágenes.

Sin embargo, la “necedad” es fundamental para acceder a la verdad; como el espejo (como la reflexión y la experimentación) es indispensable para registrar lo que vemos, oímos y sentimos y pasar de allí al ámbito abstracto de lo real y verdadero; en otras palabras, el sinsentido, lo absurdo, es también buen género literario (o tendencia, según la escuela); es decir literatura verdadera, documental.

(La literatura del absurdo incluye hoy muchas obras maestras posteriores al Quijote, como La cantante calva de Eugène Ionesco y La caza del Snark, de Lewis Carroll, metáforas de la neurosis y la ingenuidad humana, respectivamente.)

Para Cervantes, la literatura tiene sentido porque produce, como un espejo, imágenes absurdas o sin sentido, de las cuales tomamos los fundamentos metafísicos para abstraer las verdades que plasma la imagen.

6 La verificación

Terminar de entender la posición de Cervantes implica responder la siguiente pregunta: ¿tienen sentido las imágenes sin sentido, producen sentido, significan algo? ¿Es sensato el absurdo? Estas preguntas se pueden contestar aceptando un postulado metafísico aristotélico, que Spinoza sintetiza en su ética de la siguiente manera: Ordo et connexio idearum idem est ordo et connexio rerum.

En un lenguaje más actual, diríamos hoy que hay que estar dispuesto a aceptar que existe relación directa o de continuidad entre lo que estamos dispuestos a creer o aceptar como evidencia, lo verosímil, y las representaciones abstractas y conclusiones a las que podemos llegar por esa vía.

De hecho, las soluciones disponibles al problema de determinar el contenido de verdad de la imagen estética es una variación sobre del debate entre el vitalismo y el idealismo.

El vitalista Nietzsche notó que el tema, si se considera en sentido extra-moral, impone humildad: las verdades que logramos (d)escribir con el lenguaje son conjuntos móviles y cambiantes de metáforas, metonimias y antropomorfismos.

Como humanistas, podemos seguir a Descartes e imponerle nuestro ego al mundo; inventar categorías absolutas, como Kant, o simplificar y caricaturizar el método dialéctico de Platón, como Hegel, para volver inevitablemente al punto de partida (¿un eterno retorno?), la paradoja de don Quijote: es cuerdo pensar que lo que imaginamos es tan verdadero como aquello que la sociedad considera verdad.

La respuesta estética que contiene la novela es kantiana, y afirmativa; el ridículo amor de un viejo decrépito y loco – platónico, por supuesto – por una sirvienta que se ríe de él, es perfectamente sensato; dice algo verdadero sobre el amor, que es su objeto, como diría don Emanuel.

En un lenguaje más actual: la imaginación de don Quijote nombra una identidad o persona y la inventa, con lo cual produce una imagen especular verídica; en términos lacanianos, realiza la separación del signo (el significante) y del objeto (el significado) del deseo; de ese modo libera tanto al sujeto que padece esta separación como al que la perpetra de las leyes del sentido común, situándolos en el ámbito de la locura, del deseo en libertad.

Por supuesto, para recuperar este proceso en forma de imágenes, es necesario quebrar el espejo, es decir, acabar con el amor, para que reaparezca o permanezca la cordura, la verdad del sentido común.

7 L.Q.Q.D.

Dulcinea, siguiendo la lógica de la novela, (com)prueba que el amor es verdadero, precisamente porque es imaginario, insensato y, en realidad, irreal.

Lo mismo ocurre con otro personaje de Cervantes, el Licenciado Vidriera, cuya ignorancia es tan transparente como su nombre, y por lo tanto es una imagen verdadera de sabiduría si trizamos el espejo de necedades que le da cuerpo.

Así, hemos establecido que el absurdo y la locura tienen sentido… si estamos enamorados, claro.

1Si bien Platón, Aristóteles, Galileo y Leibnitz, entre otros, utilizaron este procedimiento, el experimento mental más famoso del siglo XX se le debe a Albert Einstein y dos colegas suyos de la Universidad de Princeton: Can Quantum-Mechanical Description of Physical Reality Be Considered Complete? A. EINSTEIN, B. PQDOLSKY AND N. ROSEN, Institute for Advanced Study, Princeton, New Jersey , MAY 15, 1935 PHYSICAL REVI EW VOLUM E 47DOI: 10.1103/PhysRev.47.777

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